El juego es un fenómeno que ha enamorado a millones de jugadores (léase: escolares) de todo el mundo por su sencillez, diversión y, por supuesto, libertad, y que ha aportado a sus propietarios decenas (si no cientos) de millones de dólares en ganancias.
Al mismo tiempo, Fortnite se ha convertido en una maldición no sólo para sus desarrolladores, que ahora se ven obligados a trabajar como caballos 80 horas a la semana y vivir sin vacaciones ni bajas por enfermedad, sino también para toda la industria en su conjunto, ya que Con su ejemplo, finalmente ha cambiado el énfasis de muchas empresas y desarrolladores hacia proyectos multijugador, demostrando que una simple batalla real con sombreros y máscaras es mucho más rentable que un proyecto de alta calidad para un solo jugador.
Y es triste.